Leonardo da Vinci lo dijo de manera hermosa: nuestros pies son una obra maestra de ingeniería y arte. Están compuestos por una intrincada red de músculos, tendones, ligamentos, fascia y huesos, con la peculiaridad de que albergan aproximadamente una cuarta parte de los huesos de todo nuestro cuerpo. Además, la planta de nuestros pies contiene una mayor densidad de terminaciones nerviosas que cualquier otra área de nuestro cuerpo, proporcionando una riqueza sensorial equiparable a la de nuestras manos.
El uso prolongado de calzado convencional puede tener graves consecuencias para nuestros pies y nuestro cuerpo en general. Deforma tus pies y reduce su funcionalidad, afectando la estructura de los dedos, los músculos y la fascia. Los zapatos con talón elevado acortan el tendón de Aquiles, debilitando su función de almacenar energía elástica. Además, el calzado con amortiguación externa afecta tu sistema propioceptivo, dificultando la formación de una imagen mental precisa del terreno y perjudicando el equilibrio y la estabilidad.
Además de afectar tu postura y biomecánica, el calzado inadecuado aumenta el riesgo de lesiones. La debilidad del puente del pie, la tensión en la fascia y un tendón de Aquiles acortado son recetas para lesiones como la fascitis plantar. Correr con calzado convencional ha llevado a tasas alarmantes de lesiones en corredores, a pesar de los avances tecnológicos en calzado deportivo.
Sin embargo, debes tener en cuenta que liberar tus pies de la opresión del calzado convencional requiere una transición gradual. Después de décadas de usar zapatos, tus pies necesitan rehabilitación. Comienza poco a poco y escucha a tu cuerpo.